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Un sólido bloque

Sebastián de la Nuez | 23/08/2021

Parece que la Venezuela de estos días está signada por el determinismo de las circunstancias, que demarcan la crisis de la Emergencia Humanitaria Compleja que padece la gran mayoría de los venezolanos. Mientras el poder, anclado desde hace más de 22 años, parece sumido cada día más en sus intereses y quehaceres propios de las posiciones de mando y control, mostrando sin el menor reparo una alianza casi inexpugnable entre civiles y militares a expensas de las penurias de una sociedad que clama seguridad, justicia y bienestar.  

En 2021 es impensable un general Lucas Rincón en el panorama nacional, al menos no con alguna visibilidad en el medio; cuando Nicolás Maduro asume el poder, en 2013, la élite militar ha sido convenientemente «limpiada». En ese sentido, encuentra un escenario cómodo, sin gran potencial conflictivo. El alto mando no ofrece fisuras ni debilidades, ni siquiera hombres melifluos como lo pudo haber sido el trisoleado que desde hace mucho es embajador en Portugal. Los sucesos de abril de 2002 le habían dado la tremenda oportunidad a Hugo Chávez de darse cuenta plena de con quiénes contaba entre la oficialidad y con quiénes no. Allí surgió la poda, incluso el destierro, a favor de la construcción de una estructura de la lealtad absoluta por varias vías: Nombramientos o destituciones, discriminación en los ascensos, alejamiento o exilio de figuras dudosas. En lo adelante no cabrían en el entorno chavista ambigüedades tipo Lucas Rincón: llegaba la hora de la radicalización. ¿Todavía, después de todos estos años, es lícito determinar causas que llevaron a un enlace militar tan radical gracias al cual Chávez pudo perpetuarse? Cabe recordar las preguntas que se hacía Teodoro Petkoff, observador cercano del escenario, cuando, acercándose el Referendo Revocatorio de 2004, fue invitado a un foro en el Centro Gumilla:

« ¿Cuál sería la situación si básicamente la conducción que los medios le imprimieron al proceso político no hubiera tirado al país por el barranco del paro indefinido?, ¿y si no se le hubiera permitido a Chávez hacer lo que a unos banqueros les dijo poco después del paro? ».

Se refería Petkoff a una frase que habría sido pronunciada por el líder ante los empresarios: «Miren lo que son las cosas, yo antes en PDVSA no podía nombrar un bedel y ahora puedo hacer lo que me dé la gana». Era cierto, por lo menos parcialmente: antes, se había propuesto producir cambios en la estatal petrolera, verdadera mina de oro del país, cambiando apenas algo aquí y allá, sacando a algunos de los más conspicuos, pero el paro fue lo que le dejó con la facultad de producir una hecatombe al despedir a más de 20 mil personas. Petkoff insistió, en ese foro, en que se le entregó una palanca de poder fundamental. «Entonces, ¿cuál sería la situación del país?, ¿cómo estaríamos marchando hacia el revocatorio en este momento si básicamente la conducción que los medios le imprimieron a los hechos no hubiera sido la de extremar todas las posiciones, la de impulsar en el seno de la propia oposición democrática y de los partidos las posturas más irracionales, haciendo de Carlos Ortega, Carlos Fernández y Juan Fernández, los líderes del proceso? ¡Todos los días nos daban un parte hablando de la dictadura de Chávez por cadenas de televisión nacional!».

Fusión civil-militar o fusión militar-civil

Es posible que el régimen de Chávez se hubiese radicalizado de todos modos, y con la radicalización llegara, en cualquier caso, la incorporación explícita del componente militar a todas las esferas de mando y control social; pero ya es un hecho histórico que tantas equivocaciones y exabruptos por parte de poderosos sectores de la vida nacional en la oposición más rabiosa le hicieron el camino más expedito.

La definitiva politización de la FANB salió de aquella encrucijada de abril. Desde academias y escuelas, bajo la línea impuesta por documentos doctrinarios, a través incluso de las arengas del propio Chávez, se fue reforzando desde entonces el rol político de quienes controlan las armas de la República. El llamado a la fusión civil-militar que se dio desde el comienzo de la era Chávez se convirtió en fusión militar-civil.

Por otra parte, la preeminencia de lo militar, en el marco legal, sobre la vida pública se fue acrecentando: hasta la Ley de Costos y Precios Justos, en 2011, pensada para un Estado comunal, consagraba en su exposición de motivos que la materia regulada era tema de seguridad y defensa de la nación; por lo tanto, correspondía desplegar la fuerza militar al infringirse. Un ejemplo nada más, pues dentro de la arquitectura institucional y del entramado legal correspondiente, la FANB siempre tenía algo que ver; porque parece estar sellada por la corruptela la relación entre la cúpula del poder político y los miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Leonardo Vivas, analista político venezolano radicado en Boston, fue consultado para esta nota sobre las diferencias de estilo entre Chávez y Maduro respecto a su manejo del componente militar. Para Vivas, por ser Chávez un militar, su régimen era intrínsecamente más identificado con los usos y costumbres militares. Los grandes planes al comienzo de su mandato son, a su juicio, típicos de una ambición de grandiosidad patriótica afín a cierto pensamiento militar. «Pero al mismo tiempo, la influencia directa del estamento militar no era tan vasta como lo es en la actualidad. Pudiera decirse que para garantizar su permanencia en el poder e ir eliminando a sus oponentes, Maduro ha ido negociando un protagonismo cada vez mayor de los militares en la cosa pública, lo cual va desde Petróleos de Venezuela, la joya de la corona, hasta los nuevos desarrollos de la minería en el ahora famoso Arco Minero», dijo.

Discrecionalidad, riqueza y poder

Hay un trabajo reciente del investigador norteamericano Harold Trinkunas, del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford: un recuento de la situación de la FANB con puntualizaciones certeras. El artículo se titula «Fuerzas armadas bolivarianas: miedo e intereses de cara al cambio político». Habla, entre otras cosas, de la preparación de todo el pueblo para la defensa de la nación ante una eventual invasión del imperio (por lo general, el imperio viene representado por Estados Unidos). Dice el ensayista que es difícil saber desde afuera cuán profundamente ha calado esa visión (del peligro de una invasión) entre tropa y oficialidad, «pero es un hecho que la doctrina ha sido incorporada a la educación de los militares (…). La politización marca la pauta para la selección, las promociones y los procesos de asignación de cargos y responsabilidades. Se prioriza la lealtad al régimen. Para seguir adelante en la carrera, es importante mostrar adhesión».

Sobre ese recurso que utilizaba Chávez y sigue utilizando, incluso más recurrentemente, Nicolás Maduro: una eventual invasión. Tal vez la propagación de un miedo latente en la población provoque adhesiones automáticas, pero también lo provocan escenas como la del vídeo que últimamente ha vuelto a circular por las redes sociales, en el cual aparece Nicolás Maduro entregando armas en una población no determinada (o en un barrio). Mientras habla a cámara, maneja un arma larga que, se supone, debería estar solo a disposición de personal debidamente entrenado.

Trinkunas confirma, en su artículo, la claridad que existe en el exterior acerca de lo que sucede en Venezuela. Habla de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) como un servicio policial cuyos componentes han sido entrenados por los cubanos para vigilar y hacer seguimiento de posibles elementos no leales dentro de la Fuerza Armada. «La contrainteligencia militar usa las escuchas telefónicas», afirma. Otro tema es la ley de amnistía prometida por Juan Guaidó: fue más bien rechazada pues los militares de baja graduación no parecían tener conciencia de que hubiesen hecho algo malo. También, por esta promesa de amnistía, se pensó que la oposición considera a los militares culpables de manera prejuiciada, prejuzgándolos.

Por otro lado, el espaldarazo de Donald Trump al reconocer a Guaidó como presidente genuino fue algo que Maduro revirtió a su favor. Era una prueba, según él, de que detrás del líder de Voluntad Popular había una derecha imperialista que le quería imponer a Venezuela su autoridad. Los intentos de ayuda humanitaria, el 23 de febrero de 2019, por las fronteras de Colombia y Brasil, ayuda que fue vendida por el régimen como intento de violar la soberanía nacional (ya que el vicepresidente Mike Pence se había presentado en el medio del asunto), también pudo interpretarse como un tanto a favor de Maduro. La Operación Gedeón, una osadía atrabiliaria para llamar a la sedición militar a partir de un desembarco de unos pocos hombres en mayo de 2020, por Macuto, en La Guaira, también fue un punto a favor del reaseguramiento del régimen, que aprovechó la aventura a su favor, ya que la había infiltrado. Hubo otro episodio en abril de 2019, cuando Leopoldo López escapó de su encierro y se encontró en La Carlota con Guaidó. Otro fracaso.

En fin: el problema no es (solo) la estrecha y utilitaria relación entre los militares y un régimen que les ha abierto las puertas de una riqueza alternativa; además del poder que da la discrecionalidad en varias áreas. El problema, para las amplias multitudes que anhelan un retorno a la democracia plena, es que para los militares no parece haber razones suficientes como para cambiar de bando y ponerse del lado de un cambio. Tal vez la oficialidad, o buena parte de ella, sopese el daño que le hace al país su alianza con el Ejecutivo, pero igualmente puede que ponga en una balanza lo que le representa la oposición y, entonces, prefiera lo que tiene ahora a las promesas vagas de una oposición que no parece ni siquiera, segura de sí misma ni del país que está dispuesta a construir. ¿No decía el refrán aquello de mejor es malo conocido?

Más inquietante para los militares que las intrigas o propuestas de amnistía de la oposición es, actualmente, el conflicto con la insurgencia colombiana que se desplegó en el estado Apure; desde hace tiempo, el Gobierno ha convenido para que esa insurgencia tenga su aliviadero y medio de reaprovisionamiento en terreno venezolano. Eso se une a la proliferación de bandas delictivas asentadas libremente en determinadas zonas. Algunas de ellas se han sentido atraídas ideológicamente por las guerrillas; han establecido nexos, compartiendo intereses e información. Hace poco, en mayo y junio de 2021, ha tomado notoriedad el rompimiento entre las autoridades venezolanas y al menos una fracción de la rebeldía armada colombiana. «El Ejército venezolano se enfrenta a la guerrilla disidente de las FARC en la frontera con Colombia» tituló un diario español. El pobre desenvolvimiento del Ejército para poner orden fue noticia. Ha traído consecuencias. Rocío San Miguel, conocida por su seguimiento del mundo militar, apuntó en un podcast que los sucesos en Apure, el combate con grupos guerrilleros y la captura de oficiales venezolanos por parte de los irregulares, «más que sobre los ascensos, generó impactos en la reconfiguración del Alto Mando y las REDI, como la de Los Llanos y Los Andes».

REDI son las siglas de Regiones Estratégicas de Defensa Integral. Se definen según lo estipulado en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada (Lofanb).

La relación entre Gobierno y Fuerza Armada tiene muchas aristas, imposible abarcarlas todas aquí. Cabe apenas señalar un hilo que puede dar lugar a todo tipo de especulaciones: como alguien dijo una vez, que Chávez era el superior natural de Diosdado Cabello. Por lo tanto, no discutía con él, simplemente le daba órdenes. No es el mismo caso que frente a Maduro, aunque la Constitución diga que el Presidente de la República es el comandante en jefe de la Fuerza Armada.

De todo lo que Leonardo Vivas analiza, según él mismo concluye, se desprende la dificultad para separar al estamento militar del régimen en su conjunto, lo cual dificulta su tratamiento diferente con miras a producir un cambio político.

Y probablemente tiene razón: Es lógico pensar que la FANB y la cúpula en Miraflores, a la hora de dialogar y decidir (o negarse a lo primero y evitar lo segundo), procedan como un solo bloque. Si deciden conceder o transigir, será en primera persona del plural. Pero lo más probable parece ser que, al encerrarse en sí mismos como bloque, persistan en lo que les ha unido. Entonces responderán con una sola posición alrededor de un sólido no.

Cilia Flores, Primera Combatiente de Venezuela y Ernesto Villegas, Ministro de Comunicación, platican con el Presidente antes de iniciar su programa televisivo dominical – Eneas De Troya – Fuentes composición gráfica:

-Cilia Flores, Primera Combatiente de Venezuela y Ernesto Villegas, Ministro de Comunicación, platican con el Presidente antes de iniciar su programa televisivo dominical – Eneas De Troya – https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Nicol%C3%A1s_Maduro_%C2%BFA_qui%C3%A9n_escucha_el_presidente%3F_(32145789411).jpg

-Caracas, Canciller Ricardo Patiño participó en los actos de conmemoración de la muerte de Hugo Chávez – Cancillería del Ecuador – Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic.

-Balancín petrolero – Rjcastillo – Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.

-Government of Venezuela – Prensa Presidencial – Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0  Unported license.

-Barrels of oil stock photo – Istock.com/Daniel Azócar.